lunes, 12 de diciembre de 2011

Taller de literatura 2011- Profesora Fiumara. Escrito nº 1 Tema: los viajes.


               Aquí estoy, parada al borde de la terminal de trenes, por dentro todo mi cuerpo tiembla sin rumbo, casi con escalofríos, por fuera parezco segura como si tuviese claramente la dirección del resto de mi vida, y se bien que doy esa impresión ya que de caso contrario las demás personas estarían observándome fijamente, como si todos ellos supiesen bien adonde los lleva el camino, y yo fuese solo un caso defectuoso.  
                Estuve a punto de arrepentirme, de no venir, de darme la vuelta atrás y quedarme en el tranquilo mundo que conozco, pero al meter la mano en el bolsillo de mi tapado, encontré el pañuelo rosa bordado de ella, aquel  que envolvía el collar negro que me regaló tiempo atrás junto a los zapatos de charol, así recordé que yo tengo que tomar el tren, sacar el boleto al sur, porque fue el ultimo regalo de mi abuela,  debía hacerlo en su memoria, en su recuerdo.            
                Entonces la pienso, mientras estoy aquí, en el mismo borde que el borde de ella 60 años atrás.
¿Qué pensarías en mi situación?-me pregunto como si ella estuviese a mi lado - ¿te arriesgarías?, seguramente sí, porque de hecho lo hiciste, te arrojaste sobre tu vida y tu destino sin arrepentimientos, tú en tu interminable ir…       
                Llega el tren con su ruido de engranajes, frenos y rieles, el guarda pasa cerca de mí y me pregunta si necesito ayuda para subir, le contesto que sí, porque como si fuese una niña tengo miedo y estoy nerviosa, no es nada fácil aceptar nuestro destino, cuando este decide mostrarte plenamente el rostro.               
                 Me dirijo a mi camarote, el tren avanza, toma velocidad, pronto nos alejamos de aquel lugar de partida- de quiebre- la distancia es cada vez mayor, el sol se oculta empujado por la luna, cae aguanieve sin cesar mientras el frio crece y crece, mis piernas se encuentran ya en terreno desconocido y mis ojos observan paisajes extraños, creo que hay demasiada invitación pera estar solo con uno mismo y  no sé si me gustara lo que veré sobre la nieve de julio.        
               Un tiempo después, lucho con mi misma para seguir despierta, la vigilia se me hace cuesta arriba, no quiero dormirme porque sería perderme parte del comienzo del resto de mi vida, me esfuerzo por guardar en mi memoria todo lo que veo, lo que escucho, lo que toco con mis manos como si desde ese momento en adelante todo aquello formase parte de mí, lo viejo no me sirve, lo que creía que era mío lo deje en mi antigua residencia y lo demás se escapa con el humo del ferrocarril-sur. 
                Ahora esta amaneciendo, todavía es muy temprano, pero creo ver unas montañas a lo lejos, me resultan familiares, las reconozco, me toma un momento, pero me acuerdo donde las había visto, saco de mi bolso la fotografía sepia de mi abuela, ella tan magnífica, tan completa y de fondo las montañas nevadas que veo en este momento.     
                Siento por primera vez que veo el mundo a través de sus ojos verdes, que me quedan perfectos sus tacones de charol. 
                Aparto la mirada del paisaje y miro directo a los ojos de ella, eran tan perecidas que todavía se seguía sorprendiendo, es exactamente como seria ella dentro unos años:      
                —Abuela, esto es hermoso, ya entiendo por qué me contabas tantas historias del sur, es como si tú me hubieses guiado hasta aquí… se siente tan bien tan mío.
                —Así es mi niña, Sabía que entenderías porque te deje esas cosas, sé que me fui muy repentinamente pero jamás te dejaría, por eso decidí hacer este viaje contigo—se levanta y se sienta al lado mío, me toma de las manos, (suaves y cálidas manos sin arrugas), mirándome fijamente, compartiendo una misma alma dice:            
                —Este fue mi hogar, y ahora es el tuyo, este es mi regalo para ti, el más especial que puedo darte, un lugar al que perteneces.       

                Antes de que pueda responder pasa el guarda pidiendo los boletos, me desconcentro un instante, luego vuelvo a mirar hacia ella, solo que ahora veo mi reflejo sobre el vidrio empañado del camarote, mi rostro tan igual al rostro de ella, mi voz tan igual a la voz de ella, mi camino como regalo del camino de ella. Y yo en mi propio interminable ir...                                                





                                                                                                            
Lucia  Feliciani.

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