martes, 14 de enero de 2014

Verano.

Esta la puerta de madera, enorme, que ya hace tiempo que no se abre por completo, no deja pasar recelosa, la luz de la ventana. Su zócalo, ancho. Tiene esa punta así, por lo bajo, carcomido, destintado. Será que se está fundiendo con la pared, porque nada es verdaderamente coral en la vida. Será que tuvimos que inventarnos colores por los que están desapareciendo de la naturaleza del mundo. Un color coral en la pared de una barrera de corales que se reduce, reduce, y se funde con rocas, con rosas, o con zócalos y puertas.
 
               Cortázar.                                                        
                                              Y basta.

Un cuerpo, que no es tocado, y entonces la piel se pregunta para que esta. Ella anhelante y suave. Si ya no se la quiere para sentir para que está? Se vuelve desesperanzada, en ausencia de cosquillas. Sin siquiera pensar en disfrutar el roce de unos dedos deslizarse por toda ella, en su extensión mas pura, en la mejilla de la cara, en la esquina más sensible de la nuca, en la parte baja de la espalda, ya no hay más que un erizarse.    
                                                                                 Lucy.
                                                                                             y  Resplandecer.