miércoles, 24 de diciembre de 2014

Tan tensos que caen al vacío.-

La marea esta baja en la noche calma del susurro, del respirar entrecortado de los enamorados. Ellos le dan tanta importancia a las curvas y a los bordes, los de los labios o los botones- Se permiten distraerse porque la batalla había terminado pero el cálido fuego se expande y escose dentro del pequeño instante íntimo del ser en que se tensan los músculos antes de tirarse al vacío.
En la inmensidad se reconoce una tierna exhalación y en el caminar de la calle cuesta abajo la delicadeza desarma a los enamorados hasta los huesos y tiemblan por ser infinitos, jóvenes, y estar muertos de miedo.
Se calman, al igual que la marea, por medio de susurros bajos; mientras que ya nada se mueve. Ni siquiera la luna que se corre de momento para dejarlos solos. El pronuncio el nombre de su amor, que a oídos de ella sonó a magia pura y le sonrió ampliamente haciendo que él pensara que esa sonrisa lo iluminaba todo y brillaba más que la vida entera.
Nada te prepara para el terror de estar convencido de que uno está loco, fuera de si, que todo eso significa sufrir, pero amar a alguien proporciona valor y ser amado completamente da fortaleza, así que si se produce un adiós a las armas por parte de los enamorados, nada importa que el mundo este del revés. Ellos estaba ahí para pelear, y al elegirse tan ferozmente los estremecía tanto, los sacudía tanto, que se pasaron el tiempo atentos al recorridos de besarse, tan tensos que cayeron al vacio, por besarse allí, allí, allí, y allí.

Lucia.
Resplandece.
PD: escrito en la solapa del libro de "Adiós a las armas" . de Ernest Hemingway.