martes, 27 de diciembre de 2011

Cuando la casa se vacía.

Cuando la casa se vacía,  el sol se va a ver lo que hace el otro lado del mundo. 
Ya nada me acompaña.               
¿Por qué será que le temo a los rincones oscuros?        
Porque temo las grietas, temo los espacios abandonados por muebles corridos y los temo porque son las señales de la nada, de lo que fue desechado, de lo condenado sin espacio latente.
¿Por qué será que también temo escuchar el agua correr? ¿El agua no es lo que necesito para vivir? No para mí, yo lo temo, porque siento como el agua se escurre entre las grietas de mis manos, es que están secas, quebradizas, entonces cuando pongo mis manos bajo la corriente, para juntar un poco de agua, esta sin piedad se escapa por entre los cortes de mi piel, me recuerda mi propio desierto.            
El silencio deja de ser el problema principal, el verdadero problema son los sonidos de los otros, los ruidos, que provienen de algún lugar fuera de mi departamento, que los provoca alguna otra persona que está hablando, que está viviendo.               
Eso es un poco la vida, es un generador de ruido, de sonidos, de estruendo, porque si no hago nada de esto quiere decir que ya no existo.            

De manera que todo se torna en melancolía entre líneas, por un pasado que por momentos está allí, quieto para que lo mire, para que me salude con la mano porque ya se fue, y por momentos yo lo despido, porque no hay nada más fuerte que el enorme huracán que tira del pasado para llevárselo por siempre.           
Temo la casa vacía, por su pasividad y sus ganas de apagarme, de volverme como ella, a quien le gano la casa, porque siempre está aquí hasta cuando no está, porque mira hacia adentro de una pompa de jabón, por que se dejo engañar por la casa de la nada.          
Pero a pesar de todo el temor está bien, porque me despierta, hace que salga a buscar muebles para lo vacio, prender la radio y pensar por mí, encender la luz, se que el sol volverá a ver que hay por mi ventana, entonces me faltara todo, pero no valor.         



    
noemi, lulita. Bichito de luz...

lunes, 19 de diciembre de 2011

Chicas de revista.

Vivimos mientras nos renovamos, y así vamos dejando bien en claro que somos, y quienes somos, algunos, ante las declaraciones, de luz de cambios, de mostrarse, y tirar de todas las capas de papel que nos envuelven me miran como si no estuviese en este mundo como si no pudiesen creer lo que soy o que se les imposible comprender las transformaciones de mi persona, y las grandes brechas tal vez nunca reconstruibles se expanden y se repelen como cargados de energías distintas…si!! Quisiera contestarles no me interesa más tener el corte de pelo de moda , me contenta mucho mas que me miren por ser distinta a que me miren por ser copia de las chicas de revistas con su bla bla bla sus minifaldas y mejillas coloreadas, al que quiera mirar que mire pero cuando lo haga observara más de lo que sus ojos puedan contener porque hasta la cantidad y brillantez de mis colores los dejara ciegos en su caminar por las calles, y entonces diré: jaja chicas de revistas con que sostendrán después lo que se les escapa por el pabellón de fusilamiento de los minutos ¡!! Pobres… me compadezco de ellas porque solo ven la polución e smog las cremas para el pelo, las manos, el cuerpo y no ven los acrílicos en los lienzos de los artistas, ni las notas musicales que irradia una hermosa voz ni las reliquias que nos han dejados los iluminados de ayer y hoy … ellas, las chicas de revistas, que creen que son nuevas, y la verdadera vida con signos de mariposas, de paz, de banderas, se les escapan, por la calle de la vida que reverdece, vibra y se renueva dentro de cada uno que lo acepta.
                                                                                  noemi, lulita.

domingo, 18 de diciembre de 2011

Soñar la vida.RIMAS de Gustavo Adolfo BÉCQUER

Es un sueño la vida,
pero un sueño inquieto que dura un punto.
Cuando de él se despierta,
se ve todo es vanidad y humo...


¡Ojala fuera un sueño
muy largo y muy profundo,
un sueño que durara hasta la muerte...!
Yo soñaría con mi amor y el tuyo.
¬
¿Quieres que conservemos una dulce
memoria de este amor?
Pues amémonos hoy mucho y mañana

digámonos adiós.

RIMAS de Gustavo Adolfo BÉCQUER

lunes, 12 de diciembre de 2011

Taller de literatura 2011- Profesora Fiumara. Escrito nº 1 Tema: los viajes.


               Aquí estoy, parada al borde de la terminal de trenes, por dentro todo mi cuerpo tiembla sin rumbo, casi con escalofríos, por fuera parezco segura como si tuviese claramente la dirección del resto de mi vida, y se bien que doy esa impresión ya que de caso contrario las demás personas estarían observándome fijamente, como si todos ellos supiesen bien adonde los lleva el camino, y yo fuese solo un caso defectuoso.  
                Estuve a punto de arrepentirme, de no venir, de darme la vuelta atrás y quedarme en el tranquilo mundo que conozco, pero al meter la mano en el bolsillo de mi tapado, encontré el pañuelo rosa bordado de ella, aquel  que envolvía el collar negro que me regaló tiempo atrás junto a los zapatos de charol, así recordé que yo tengo que tomar el tren, sacar el boleto al sur, porque fue el ultimo regalo de mi abuela,  debía hacerlo en su memoria, en su recuerdo.            
                Entonces la pienso, mientras estoy aquí, en el mismo borde que el borde de ella 60 años atrás.
¿Qué pensarías en mi situación?-me pregunto como si ella estuviese a mi lado - ¿te arriesgarías?, seguramente sí, porque de hecho lo hiciste, te arrojaste sobre tu vida y tu destino sin arrepentimientos, tú en tu interminable ir…       
                Llega el tren con su ruido de engranajes, frenos y rieles, el guarda pasa cerca de mí y me pregunta si necesito ayuda para subir, le contesto que sí, porque como si fuese una niña tengo miedo y estoy nerviosa, no es nada fácil aceptar nuestro destino, cuando este decide mostrarte plenamente el rostro.               
                 Me dirijo a mi camarote, el tren avanza, toma velocidad, pronto nos alejamos de aquel lugar de partida- de quiebre- la distancia es cada vez mayor, el sol se oculta empujado por la luna, cae aguanieve sin cesar mientras el frio crece y crece, mis piernas se encuentran ya en terreno desconocido y mis ojos observan paisajes extraños, creo que hay demasiada invitación pera estar solo con uno mismo y  no sé si me gustara lo que veré sobre la nieve de julio.        
               Un tiempo después, lucho con mi misma para seguir despierta, la vigilia se me hace cuesta arriba, no quiero dormirme porque sería perderme parte del comienzo del resto de mi vida, me esfuerzo por guardar en mi memoria todo lo que veo, lo que escucho, lo que toco con mis manos como si desde ese momento en adelante todo aquello formase parte de mí, lo viejo no me sirve, lo que creía que era mío lo deje en mi antigua residencia y lo demás se escapa con el humo del ferrocarril-sur. 
                Ahora esta amaneciendo, todavía es muy temprano, pero creo ver unas montañas a lo lejos, me resultan familiares, las reconozco, me toma un momento, pero me acuerdo donde las había visto, saco de mi bolso la fotografía sepia de mi abuela, ella tan magnífica, tan completa y de fondo las montañas nevadas que veo en este momento.     
                Siento por primera vez que veo el mundo a través de sus ojos verdes, que me quedan perfectos sus tacones de charol. 
                Aparto la mirada del paisaje y miro directo a los ojos de ella, eran tan perecidas que todavía se seguía sorprendiendo, es exactamente como seria ella dentro unos años:      
                —Abuela, esto es hermoso, ya entiendo por qué me contabas tantas historias del sur, es como si tú me hubieses guiado hasta aquí… se siente tan bien tan mío.
                —Así es mi niña, Sabía que entenderías porque te deje esas cosas, sé que me fui muy repentinamente pero jamás te dejaría, por eso decidí hacer este viaje contigo—se levanta y se sienta al lado mío, me toma de las manos, (suaves y cálidas manos sin arrugas), mirándome fijamente, compartiendo una misma alma dice:            
                —Este fue mi hogar, y ahora es el tuyo, este es mi regalo para ti, el más especial que puedo darte, un lugar al que perteneces.       

                Antes de que pueda responder pasa el guarda pidiendo los boletos, me desconcentro un instante, luego vuelvo a mirar hacia ella, solo que ahora veo mi reflejo sobre el vidrio empañado del camarote, mi rostro tan igual al rostro de ella, mi voz tan igual a la voz de ella, mi camino como regalo del camino de ella. Y yo en mi propio interminable ir...                                                





                                                                                                            
Lucia  Feliciani.

jueves, 1 de diciembre de 2011

QUERIDO taller de Filosofía.


Un taller que fue mucho más que un Simple lugar en los que se discutían temas filosóficos, fue un espacio en el que nos discutíamos a nosotros mismos, que llevábamos y que nos proponíamos llevar a partir de ese momento. 

Un espacio en que el distinto se aprecia, se comunica, se contempla, y se acepta, y queramos o no con el paso de los días, los temas hacen mella en nosotros, nos van moldeando, nos van regalando su luz, nos pulen en pensamientos de la mente nos dejan más brillantes más auténticos, con el gozo de experimentar la pertenencia, mientras se elevan nuestras almas en teorías de vida, de vínculos y de proyectos de realidades.

Después no queda más que plantarnos enfrente de nosotros y encontrar ahora alguien reluciente, alguien a la que la vida no o apabulla ni lo absorbe, sino que lo estimula.

Así que por tanto regalo al alma, a la persona interior, por tantas palabras expresadas desde lo más profundo, desde las buenas intenciones en juntarnos para un cambio, y para encontrarnos en nuestras propias historias, doy las gracias a este espacio, a este taller, a mis compañeros en mi cambio, y a mi profesora con su guía en palabras que en 27 encuentros se va definitivamente el adolescente, que todo lo padece, y se nos es regalado el adulto que seremos de ahora en más…



lulita felicianii